“Las cuatro de la mañana. Faltan varias horas para que amanezca; dentro del tren se palpa todavía el frescor de la noche. O más bien el frío, podría decirse. Solo el jefe de estación, más un mozo con una bata de mahón y algún viajero soñoliento se ven a esas horas. Ricardo se recoge suavemente el cuello del abrigo mirando hacia fuera, distraído. Piensa en otro momento, muchos años atrás, cuando se subió en el coche de línea, también en León, con dirección a Cabañas. Hoy, sin embargo, ni la situación ni las circunstancias se parecen. Incluso él mismo es otra persona; ha transcurrido ya tanto tiempo que podría decirse casi una vida.”

Maestro con dieciocho años en 1933, Ricardo Rodríguez se promete a sí mismo un futuro esplendoroso, dedicado a su inquebrantable pasión: la enseñanza. Sin embargo, la guerra y la posguerra le enseñarán que alcanzar su sueño será mucho más difícil de lo que había imaginado. Penuria, persecución política, cárcel e inhabilitación se convertirán en compañeros inseparables que pondrán a prueba su capacidad de resistencia.